Olly Bootle, BBC, 17 de febrero de 2014
Pastillas
Existen píldoras milagrosas que en realidad no deberían hacer nada. Los
placebos vienen en distintas formas y tamaños, pero no contienen
ingredientes activos. Y aun así, misteriosamente, con frecuencia
parecieran tener algún efecto.
En las últimas décadas se ha investigado mucho sobre el funcionamiento y lo que pueden hacer estas pastillas.
Sabemos que en situaciones adecuadas, pueden ser muy efectivas para aliviar el dolor o la depresión.
Pero el último estudio sugiere que incluso podría ayudar a mejorar
síntomas de un trastorno neurológico más complicado, tal y como Paul
Pattison descubrió.
Necesidad de medicación
De muchas maneras, Paul es como cualquier otra persona a quien le gusta
la naturaleza. Paul Pattison, con Parkinson, no podía creer el efecto
que el placebo tuvo en su cuerpo.
Pasa buena parte de su tiempo libre haciendo paseos en bicicleta por las
colinas de las afueras de Vancouver, Canadá, donde vive. Y cada día,
pasea a su perro por el bosque de pinos, que empieza donde termina su
jardín.
Pero hay una gran diferencia entre Paul y el aficionado al aire libre
promedio. Ya sea caminando o en bicicleta, necesita su medicación, pues
tiene la enfermedad de Parkinson.
Sin sus medicinas, incluso caminar puede significar un gran esfuerzo.
El Parkinson está causado por la inhabilidad del cerebro de liberar
suficiente dopamina, un neurotransmisor que afecta nuestro estado de
ánimo, pero también es esencial para la regulación del movimiento.
Afortunadamente para Paul, su medicación le ofrece la dopamina que necesita para mantener sus síntomas bajo control.
Dado todo lo que sabemos sobre la enfermedad, es difícil imaginar que un
placebo pueda hacer algo para ayudar a alguien con Parkinson.
Y eso es lo que hace más notable el experimento del profesor Jon
Stoessl, director del Centro de Investigación Pacific Parkinson de la
Universidad de British Columbia, en Vancouver.
Hace unos años, Paul participó en una prueba que dirigía Stoessl. Uno de
los requerimientos era dejar la medicación. Cuando acudió al hospital,
tenía los síntomas a flor de piel.
"Allí fue cuando me dieron esta cápsula, y dejaron pasar media hora...
el tiempo normal que se necesita para que la medicina empiece a actuar. Y
¡bum!", cuenta Paul.
"Yo pensaba que se trataba de (una medicina) muy buena. Mi cuerpo se
erigió, mis hombros se fueron hacia atrás. No había manera de que
pudiera estar así sin mi medicación".
Excepto que a Paul no le habían dado un fármaco. Le dieron placebo.
Placebo como estimulante
"Estaba sorprendido. Cuando me tomo mi medicina, siento cambios físicos,
¿cómo algo sin nada puede crear las mismas sensaciones?", se preguntó
el paciente.
El profesor Stoessl ha realizado numerosos experimentos con decenas de
pacientes, y no hay duda de que el placebo algunas veces puede aliviar
los síntomas de Parkinson.
"Lo que descubrimos es que en alguien con Parkinson, el placebo puede
liberar tanta dopamina como anfetamina o velocidad puede hacerlo alguien
con un sistema sano de dopamina. Así que se trata de una respuesta
importante" Jon Stoessl, Universidad de British Columbia
"En el Parkinson, como en muchos otros trastornos, existe una respuesta
al placebo importante que se puede medir con resultados clínicos".
Lo nuevo sobre el trabajo de Stoessl es que, al escanear el cerebro de
las personas con Parkinson cuando experimentan un efecto placebo, ha
podido tener indicios de cómo una pastilla sin ningún ingrediente activo
puede tener algún efecto en los pacientes.
El experto ha descubierto que cuando alguien como Paul responde bien al
placebo, no sólo se trata de que esté llevando mejor los síntomas, o que
de alguna forma esté luchando con ellos. Más bien se trata del placebo,
que actúa como disparador para la liberación de dopamina en su cerebro.
Y no se trata de una pequeña cantidad de dopamina.
"Lo que descubrimos es que en alguien con Parkinson, el placebo puede
liberar tanta dopamina como anfetamina o velocidad puede hacerlo alguien
con un sistema sano de dopamina. Así que se trata de una respuesta
importante", señala el especialista.
La morfina del cerebro
Esa respuesta dramática sólo pareciera durar muy poco tiempo. Después de todo, el placebo no es una cura milagrosa.
E incluso si lo fuera, difícilmente los doctores podrían empezar a
mentir a sus pacientes y remplazar los medicamentos reales con placebo.
Tampoco está claro cuánto placebo exactamente se necesita para estimular
al cerebro a producir más dopamina, tomando en cuenta que el Parkinson
está causado por la aparente inhabilidad del cerebro de producir
suficiente.
Pero lo que ciertamente está claro es que la dopamina no viene de la
píldora de placebo, pues allí no hay nada. La dopamina viene de nuestro
cerebro.
Cada vez hay evidencias más fuertes de que el placebo puede activar la
habilidad natural del cerebro de producir las sustancias químicas que
necesitamos.
El profesor Tor Wager en la Universidad de Colorado es un
neurocientífico que estudia lo que ocurre en el cerebro cuando las
personas reciben un placebo y piensan que es analgésico.
"Cuando le recetamos a la gente un tratamiento con placebo, lo que vemos
es una liberación de opioides endógenos, que es la morfina del cerebro.
Lo que ello significa es que el efecto placebo está aprovechando el
mismo circuito de control de dolor que un medicamento opiáceo como la
morfina".
Investigación "en pañales"
Pareciera que la pastilla de placebo puede hacer cosas diferentes, dependiendo de lo que esperas que haga.
Puede estimular potencialmente la liberación de dopamina, si crees que
es un medicamento de aumento de dopamina, como el que se necesita para
el Parkinson; o puede aliviar el dolor, si piensas que es un analgésico.
"Los medicamentos funcionan porque tenemos receptores de los
fármacos, y ello significa que hay algún tipo de sustancias químicas
endógenas que nuestro cerebro produce y que actúa en esos receptores.
Los receptores evolucionan para responder a esas sustancias químicas
naturales" Tor Wager, Universidad de Colorado
En muchas formas nuestro cerebro es una farmacia natural, de una u otra
forma constantemente suministra dosis de sustancias químicas: para
detener el dolor, o para sentirlo; para darnos energías o para
calmarnos.
Y pareciera que es esta farmacia interna la que puede estimular el placebo.
De hecho, los fármacos que compramos en una farmacia real con frecuencia imitan los químicos que produce nuestro cerebro.
Como lo expone el profesor Wager, "el efecto placebo abre los grifos de nuestra farmacia natural".
"Los medicamentos funcionan porque tenemos receptores de los fármacos, y
ello significa que hay algún tipo de sustancias químicas endógenas que
nuestro cerebro produce y que actúa en esos receptores. Los receptores
evolucionan para responder a esas sustancias químicas naturales".
No obstante, la investigación sobre el poder del placebo está todavía en pañales.
Es mucho lo que no sabemos.
¿Cuáles son exactamente los mecanismos por
los que trabaja?
¿Por qué los placebos funcionan en unas personas y no
en otras?
Pero el área de estudio de placebo ha aumentado en la última década, y
la evidencia se inclina en que el efecto placebo puede ser algo
poderoso.
Y mientras más lo entendamos, mayores serán nuestras oportunidades de
aprovechar su efecto, y sacar lo mejor de la medicina que hay en nuestra
mente.